VENTANAS. Papeles de colores,29,7x21 cm.
VENTANAS
Cada
vez que me encuentro paseando al caer la noche por alguna ciudad, me aborda una
sensación familiar. Una maravillosa melancolía, cercana a un mundo de sueños,
en la que me gusta sumergirme; sobre todo en singulares momentos. Es entonces,
cuando las farolas y las ventanas de los edificios comienzan a alumbrar las
calles con su luz dorada, una luz que para mí, pudiera venir de otras dimensiones,
o de atrayentes mundos paralelos. La realidad viene conmigo, el sueño
maravilloso es extraído de la oscuridad por la calidez dorada que surge de las
ventanas. - Sin darme cuenta me
encerraron fuera del mundo -; dijo Kavafis,
poeta griego, refiriéndose a éstas y entendiéndolas desde dentro. ¡Pero yo sí
me quedé fuera de verdad!
Ventanas
grandes, pequeñas, abuhardilladas, balcones cerrados, celosías, escaparates...,
todas pasan tentadoramente a formar parte de mi mundo onírico; no soy capaz de
alcanzar su realidad intrínseca. Yo, solamente me siento impregnado de su luz
dorada; en mi interior su vacuidad, queda colmada con sueños personales. ¿Qué
mundo maravilloso habrá detrás de cada una? ¿Hogares soñados? ¿Talleres de
artistas? ¿Maravillosos amores, deseo, pasión, familias...? Detrás habita el
platónico mundo de las ideas. En algunos lugares y ocasiones, esta sensación se
acrecienta enormemente: durante viajes, en determinados espacios, en
determinadas compañías... ¡Ay, las ventanas de París, las buhardillas de París!
Fácilmente me trasladan al más maravilloso de los sueños ¡Quisiera poseer el
modo de habitarlas! ¡Quiero habitar esos mundos imaginados! Quiero dejar mi
realidad, necesito dejar mi realidad y penetrar en una de estas fantasías... o
en todas.
A
veces, cuando me encuentro en mi propia casa, practico el siguiente juego;
enciendo bellas luces, chimenea, velas..., y entonces salgo fuera para ver la
extraordinaria calidez dorada que las ventanas despiden. ¡Un hogar soñado!
Permanezco un tiempo mirando a cierta distancia y entonces, entro en ella. Así,
intento desesperadamente casar sueño y realidad, confundirlos y confundirme, alcanzar
mundos oníricos que son inalcanzables, pero que sí me permiten acercarme a nuevas
objetividades.
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