NUESTRA REALIDAD ES TRAUMÁTICA
Nuestra realidad se nos muestra de manera traumática. Aparecemos en ella
y todo está previsto y organizado. Todo tiene aparentemente un programa, un
“modus operandi” al que nos vemos obligados a adaptarnos. Cuando nacemos está
ahí e influye inevitablemente en nuestras vidas, condicionándolas, es
inevitable. Todo lo que encontramos es el fruto de una evolución colectiva como
especie social dentro de un entorno determinado. Para bien o para mal formamos
parte de ella y eso nos condiciona, proporcionándonos, pues estamos vivos,
también la posibilidad de la situación en vanguardia, y como toda vanguardia el
cambio está dirigido por ella. Esta realidad traumática que se nos muestra nos
desconcierta, mientras que no nos vamos adaptando, amoldándonos a los modos de
comportamiento prefijados, estamos desorientados, perdidos en cierto modo. Pero
no debemos olvidar que pertenecemos a ella. Hans-Georg Gadamer hablaba de
nuestra pertenencia a la historia desde el punto de vista que el momento nos
condiciona la visión de la misma. Aún así dentro de nuestras capacidades
temporales debemos de estar siempre vivos, reaccionando y tomando parte en la
construcción de un futuro, de una esencia humana, como diría Sartre, intentando
dirigir la de la especie siguiendo el camino que consideremos más adecuado.
Confiando en la vida, que es lo único que tenemos. Con intuición como diría
Henri Bergson, en mi opinión la intuición también pertenece a la vanguardia,
con todas las equivocaciones y aciertos que puede generar, pues eso mismo es la
evolución y el crecimiento. Esta situación nos encamina directamente a la
búsqueda de respuestas y podemos encontrar algunas adecuadas al momento
histórico o no encontrarlas. Cabe también la muy corriente posibilidad de
adoptar salidas falsas que nos evitan discernir, facilitándonos la comodidad de
una respuesta establecida, sin cuestionarla y eliminando la carga que genera
una duda. En mi opinión ésta última, es la situación de la que más debemos de
huir, siempre hemos de cuestionarlo todo y acoger nuestra propia solución, una
solución que proceda de nuestro interior, que esté de acuerdo con él, generada
por un proceso de aprendizaje propio e individual, sin menospreciar
experiencias externas colectivas.
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