AUTORRETRATO CON OLIVA

Oleo y acrílico sobre tabla 122x89 cm. (fotografía Silvia Jareño)

MI PADRE

(2.015)

Comenta a menudo; lo que hoy es un problema, mañana no lo es. Los problemas van y vienen, el que tenemos delante hoy no se mantendrá de manera permanente. Hay quien compara la vida con la mar, continuamente cambiante. Cuando algún problema ronda por mi cabeza, me tranquiliza pensar que es pasajero, sin que eso implique la ausencia de acción, ni que dejen de venir otros.

Actualmente, mi Padre está gravemente enfermo en el hospital, y desde su situación me ha mostrado algunas verdades.

Durante este periodo de su enfermedad, me he planteado si la muerte, en algunos casos libera. Me he planteado el sentido de una larga enfermedad. En este periodo he encontrado momentos tan maravillosos como duros y tristes; momentos compartidos. He visto a mi padre reír y llorar con intensidad, ya que la tristeza y la alegría, dualidad de contrarios, son inseparables y, en cualquier situación, a veces se nos muestra la cara y otras la cruz. He estado enfadado y calmado, preocupado y tranquilo. He conocido sentimientos que me unían a él y a mi familia y que nunca pude percibir con tal plenitud. He conocido historias desconocidas, pero que estaban muy cercanas. Los tabúes quedaron sin sentido. Las vergüenzas del cuerpo huyeron y las del alma también. He comprobado que a cada momento de la vida le asociamos una prioridad. He encontrado a su lado cansancio y una extraordinaria paz y serenidad. He sentido miedo y esperanza. Me he asomado a la realidad de la vida. He sido testigo de maravillosas reconciliaciones, que me muestran lo fuerte que son los lazos de unión entre familiares; la importancia vital de la familia en la existencia del ser humano y en su proceso evolutivo. He visto a mi Padre débil y vulnerable, agotado y rendido; he sentido compasión. Lo he visto luchando como el ser más fuerte, y me he sentido orgulloso. He querido ser sabio. Me he preguntado sobre cuestiones sin respuesta, fantaseando con reconfortantes posibilidades. He escuchado algunos pensamientos aparentemente sin sentido y otros cargados de acierto y sabiduría. Su humanidad me lo ha mostrado como un ser realmente grande y maravilloso. He sido consciente del legado que portaba, aceptando su relevo sin mediar palabra. He pensado en el ser humano como una magnífica cuerda, en la que cada individuo es una fibra que fortalece el conjunto y lo representa. Esa cuerda está trenzada mediante enlaces de amor, el cual nos caracteriza y da sentido a nuestra existencia.  Cada minuto de su vida manifiesta todo un universo.

En definitiva se me mostraron una vez más los intereses de Emile Zola: Vida, lucha e intensidad.