Hace años, mi Abuelo me
contaba, que no cazaba zorzales porque valía
más el cartucho que el pájaro, ¡y eso que recargaba los cartuchos! Hoy en
el gimnasio lo recordé, como muchos días. Estaba corriendo sobre la cinta,
pensando que él andaba muchos kilómetros para ir de caza, ya que no había
posibilidad de coche. Me imaginaba, que esa era la parte aburrida. Hoy los
kilómetros se consumen sobre una máquina en la sala de un gimnasio, también se
rema fuera del agua en esa misma sala. Juan
Lobón, cazador furtivo que campeaba por los montes de Alcalá de los Gazules
y Benalup - Casas Viejas, en Cádiz, y sobre quien escribió una estupenda novela,
Luis Berenguer, íntimo amigo de mi
Padre, no entendía como se podía cazar de otra manera que no fuera con el
objeto de sustentarse, aludiendo al tiro-pichón.
Por supuesto, no hace falta hacer referencias cinegéticas ni deportivas para
entender que el mundo es otro, que el mundo está cambiando. ¿Pero, con el
cambio no pierde sentido? Comemos productos cuyo envase es más costoso que su
propio contenido. Mantenemos una contradicción entre la cantidad de alimentos que
ingerimos y el deseo de alcanzar un canon estético y modélico, que respetando
la salud evite problemas de actitud ante la alimentación y otros trastornos
vitales.
Adonde miremos
encontramos un mundo alienado. Karl Marx
hablaba en su obra El Capital, que la
mercancía aparenta tener voluntad propia, y que esta voluntad no es otra cosa
que una cortina para ocultar la explotación de que somos objeto. Nos
relacionamos con mercancías, no con personas. Pude que Marx si tenga razón en esto, ya que las experiencias socialistas
del pasado, de ninguna manera, acabaron tampoco con la alienación, sino que
incluso la incrementaron.
Recuerdo cuando acompañaba
a mi Madre o a mi Abuela al mercado, para nosotros Plaza de Abastos; se conocían todos los puestos y a las personas
que en ellos trabajaban. No pasaba un día sin que compraran en la Plaza, ni sin
la charla correspondiente con el dueño de uno u otro puesto. Hoy, con mi hija,
hago cola en una caja de supermercado, después de haber recorrido largos
pasillos sin cruzar palabra con nadie, aunque pasemos a unos centímetros de
distancia. ¡De verdad me comunico más con los productos de venta que con las
personas, como decía el gran Marx!
Creo que debemos buscar la veracidad de nuestro ser, aprender a entendernos y a
entender los procesos que nos mueven, aunque estemos dentro de una amplia
colectividad, sea de la clase que sea y camine en la dirección que lo haga, en
ningún caso hemos de perder nuestra individualidad más profunda, ni nuestro
carácter más crítico contra el sistema, para así no dejarnos llevar por falsas
tendencias embaucadoras y mal orientadas.
El gran taoísta Lin An define el camino de la felicidad de la siguiente
manera: - La gran mayoría de las personas, qué vacías y mal se
sienten, porque usan las cosas para deleitar su corazón,
en
lugar de usar su corazón para disfrutar de las
cosas. -
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