CONSUMISMO. Terracota policromada y material diverso, (fotografía Silvia Jareño)

UN MUNDO ALIENADO

Hace años, mi Abuelo me contaba, que no cazaba zorzales porque valía más el cartucho que el pájaro, ¡y eso que recargaba los cartuchos! Hoy en el gimnasio lo recordé, como muchos días. Estaba corriendo sobre la cinta, pensando que él andaba muchos kilómetros para ir de caza, ya que no había posibilidad de coche. Me imaginaba, que esa era la parte aburrida. Hoy los kilómetros se consumen sobre una máquina en la sala de un gimnasio, también se rema fuera del agua en esa misma sala. Juan Lobón, cazador furtivo que campeaba por los montes de Alcalá de los Gazules y Benalup - Casas Viejas, en Cádiz, y sobre quien escribió una estupenda novela, Luis Berenguer, íntimo amigo de mi Padre, no entendía como se podía cazar de otra manera que no fuera con el objeto de sustentarse, aludiendo al tiro-pichón. Por supuesto, no hace falta hacer referencias cinegéticas ni deportivas para entender que el mundo es otro, que el mundo está cambiando. ¿Pero, con el cambio no pierde sentido? Comemos productos cuyo envase es más costoso que su propio contenido. Mantenemos una contradicción entre la cantidad de alimentos que ingerimos y el deseo de alcanzar un canon estético y modélico, que respetando la salud evite problemas de actitud ante la alimentación y otros trastornos vitales.

Adonde miremos encontramos un mundo alienado. Karl Marx hablaba en su obra El Capital, que la mercancía aparenta tener voluntad propia, y que esta voluntad no es otra cosa que una cortina para ocultar la explotación de que somos objeto. Nos relacionamos con mercancías, no con personas. Pude que Marx si tenga razón en esto, ya que las experiencias socialistas del pasado, de ninguna manera, acabaron tampoco con la alienación, sino que incluso la incrementaron.

Recuerdo cuando acompañaba a mi Madre o a mi Abuela al mercado, para nosotros Plaza de Abastos; se conocían todos los puestos y a las personas que en ellos trabajaban. No pasaba un día sin que compraran en la Plaza, ni sin la charla correspondiente con el dueño de uno u otro puesto. Hoy, con mi hija, hago cola en una caja de supermercado, después de haber recorrido largos pasillos sin cruzar palabra con nadie, aunque pasemos a unos centímetros de distancia. ¡De verdad me comunico más con los productos de venta que con las personas, como decía el gran Marx! Creo que debemos buscar la veracidad de nuestro ser, aprender a entendernos y a entender los procesos que nos mueven, aunque estemos dentro de una amplia colectividad, sea de la clase que sea y camine en la dirección que lo haga, en ningún caso hemos de perder nuestra individualidad más profunda, ni nuestro carácter más crítico contra el sistema, para así no dejarnos llevar por falsas tendencias embaucadoras y mal orientadas.

El gran taoísta Lin An define el camino de la felicidad de la siguiente manera:    - La gran mayoría de las personas, qué vacías y mal se sienten, porque usan las cosas para deleitar su corazón, en lugar de usar su corazón para disfrutar de las cosas. -

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