LA INMORTALIDAD POR ADELANTADO

Parte de escultura en ejecución. Arcilla


De pequeño me inculcaban que el amor a dios debía ser superior a todo. Me hablaron de hacer el bien en esta vida para alcanzar un buen puesto en la otra. Me hablaron de la existencia de un alma y de su inmortalidad. Esas fueron algunas de las cartas que encontré sobre mi mesa. Mucho tiempo traté de jugar con ellas, probando adaptarlas a la realidad. Pero por mucho que lo intentaba no cuadraban y ninguna satisfacción sentía, solamente inseguridad e infelicidad.

A medida que mi vida avanza, se me desvela una evidencia totalmente distinta a la que me propusieron como punto de partida. La vida me mostró una realidad cierta y una realidad inasible. La primera estaba muy clara, o poco a poco se desvelaría, la otra nunca podría comprenderla. Aparte, sentí la libertad de pensamiento para alcanzar mundos soñados, que me conducen por caminos y estaciones sorprendentes.

Dicen, que el concepto de inmortalidad surge como consecuencia del miedo a descubrir la muerte, generando así el contexto idóneo para que surja la religión. - Nada tan cierto como la muerte -, dijo Séneca. Martín Heidegger asegura que morir no es un acontecimiento, sino que, - es un fenómeno a comprender existencialmente -;  algo que puede percibirse o entenderse.

La inmortalidad tal y como me la dieron no existe, ni me preocupa. Yo creo en una inmortalidad vivida, cobrada por adelantado. Quiero la inmortalidad que me da la mirada de mi hija, la que siento al realizar una obra de arte, la que me da el estar con mi familia, el abrazar a mi mujer al acostarme, el recuerdo de las mujeres que cruzaron por mi vida, los lugares por los que pasé, las personas que conocí, sentir el peso de mis antepasados y el amor que dejaron. La inmortalidad de una vida realmente vivida, con errores y aciertos, con alegría, melancolía y tristeza, con orgullo, con lucha, con pasión, con amor y con un etcétera tan largo como esa vida misma.

Quiero ahora mi inmortalidad, pues la muerte no trae promesas, las promesas son asuntos de los vivos. Quiero la inmortalidad que me da aquello que la muerte no se puede llevar.

- Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos. - Poema Cambridge del libro Elogio de la sombra, (1969).

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